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miércoles, 5 de septiembre de 2012

Tony Scott

Del fantástico blog La Casa en Penumbras, y como comenté ayer, me he permitido el lujo de robar este texto impresionante de Luis Sevilla, escritor y poeta, locutor, melómano y cinéfilo empedernido, crítico y sabio (pasad por su blog y comprobarlo):

Tony Scott: 21 de julio de 1944 – 19 de agosto de 2012

El cine de Tony Scott siempre ha sido desmesurado y contenido, obsesivamente estético. Pienso que su vida debió ser algo parecido: de una desmesura contenida, un decibelio que baila en el límite de romper la copa de cristal o cortejar su campo vibratorio. Y pienso que su muerte fue como su cine.
Toda una generación creció a la lumbre de sus películas: Top Gun, Superdetective en Hollywood II, El último boy scout, Marea roja, Revenge. Amor a quemarropa. Ninguna fue realmente buena, sin embargo muchas de ellas tienen esos momentos: Bruce Willis hablando de un cielo azul, de un agua que moja, de su mujer tirándose a su amigo, ese último perdedor que al final se redime a sí mismo y prende cigarrillos con la misma facilidad con que el bulímico vive junto a la nevera. El discurso bajo la lluvia furiosa de Gene Hackman antes de subir al submarino de un motín a bordo reinventado bajo la música grandilocuente –y vacía- de Hans Zimmer. Ese delicioso instante escrito por Tarantino en el que Dennis Hopper le explica a Christopher Walken que los sicilianos, en realidad, descienden de negros.
Los cigarrillos, las motos, cielos rojos, persecuciones a toda velocidad, trenes que se desbocan, aviones que atraviesan la barrera del sonido, y un coche que conduce hasta un puente de Los Ángeles, una escalada breve, arrojarse al vacío. Entre las mil muertes que un suicida puede elegir él tuvo que elegir la única acorde a sí mismo, a esa voz íntima que clama desde la última butaca un instante de espectáculo, ese último reducto que acaba como debieron terminar todas sus películas: un hombre ahogado por el aire que lo cortó en dos como una bala o puede que el mar que se hizo de tierra por un momento.
Sea como sea hubo un tiempo en el que muchos adolescentes ahora ya hombres maduros quisieron vestir con la cazadora de cuero de Maverick, en muchos tocadiscos sonaban las canciones de Berlin, de Kenny Loggins, y Ottis Redding en la gramola, esperando a que los amantes se volvieran a encontrar en el muelle de la bahía, donde el agua que da la vida, también se la lleva.
Descanse en paz.
 

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